Prepárate a descubrir muchos temas y tips sobre el fascinante mundo que representa este elixir
Maxiel Figueroa, Sommelier. Fotos por Gonzalo Picón
La magia es de los enólogos, encargados de elaborar el vino y de decidir el destino de cada cepa, determinando si la usará dentro de una mezcla o una fórmula, a fin de que cada vino sea distinto al otro. Este proceso inicial lo acompaña el viticultor, generalmente agrónomo, quien tiene varias responsabilidades como cuidar la vid y las bayas, salvar el daño a las plantas de cambios climáticos… juntos decidirán cuándo será la fecha indicada para la cosecha.
Una misma cepa podrá ser un vino joven con la fruta roja fresca presente, con una acidez que no regaña, sin paso por barrica; y el otro, con envejecimiento en madera de al menos un año, será un vino aromático en el que podremos sentir la fruta muy madura, confitada, con aromas a vainilla, café, chocolate, hasta el baúl de madera viejo de la abuela, sin contar que cada uva, en cada país, lugar, clima y suelo también aportarán personalidad a ese vino.
También estamos los sommeliers, los que estudiamos esta carrera por requerimiento laboral, por pasión o hedonismo, quienes aprendimos a leer el vino a través del análisis organoléptico (vista, olfato y gusto). Algunos han decidido dedicarse al servicio en un restaurant y pueden recomendarle al comensal qué vino elegir de acuerdo con el plato que escogió o simplemente preguntarle, escuchar sus gustos y darle una recomendación acertada.
Otros somos comunicadores del vino, damos catas y cada uno tiene su estilo. Algunos nos convertimos en románticos cuando hablamos de él y buscamos elevar una cata a una experiencia. Debemos entender lo que el cliente busca, para brindar el perfecto servicio, además de cuidar su guarda adecuada y procurar que la temperatura sea la indicada a la hora de su descorche.
Muchas veces veo gente un poco desconcertada en los interminables anaqueles de vinos, me cuesta estar allí y no preguntar si puedo ayudarlos; pero para ustedes, lectores, aquellos que no conocen de vinos, no esperen más, lleguen a sus tiendas especializadas y empiecen por un país o una cepa. Lleven el vino a casa, traten de no agitarlo en el camino, refrésquenlo en su refrigerador: para el tinto, unos 25 minutos; para el blanco, por lo menos una hora. Utilicen copas adecuadas —les hablaré en otro momento sobre ellas—, pero en principio prefieran de cristal y grandes. Hoy está muy de moda usarlas para vinos blancos, rosados o tintos.
Al descorchar el vino, prueben y pregúntense: ¿me gusta?, ¿qué aromas le encuentro?, ¿en boca es ácido, amargo, algo dulce? Si te gusta o no, lleva los registros, tómale una foto a la botella y, en otra oportunidad, reúnete con amigos y haz esta prueba en conjunto para que veas cómo poco a poco y, sin darte cuenta, entrarás en este maravilloso mundo, donde simplemente con el vino… ¡todo!
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